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Aire acondicionado y la salud de los bebes y niños

¿Es malo el aire acondicionado para la salud de niños y bebés?

Esta es una duda en verano, cuando llegamos a 40ºC de día y más de 30ºC de noche.

Suele decirse que por encima de los 25º nocturnos cuesta dormir, y se despierta cualquiera con más frecuencia.

Surge la pregunta ¿Y si ponemos el aire acondicionado un rato?

La cuestión que muchos se plantean inmediatamente es ¿pero no será malo para el niño?

El aire acondicionado ha mejorado mucho en los últimos años. Antes un aire acondicionado era un recurso que aliviaba el calor, pero a costa de poner en riesgo la salud por muchas cuestiones:

  • Ionización del aire. Los aires modernos reducen la ionización del aire, que se ha relacionado con sensaciones de malestar y molestias en la vía respiratoria. Los antiguos para esto eran un desastre.

  • Aire contaminado de gérmenes, polvo y contaminación. Hoy en día tienen filtros. Pero hay que cambiarlos. Y la mayoría de la gente se olvida del tema hasta que notan una molestia, como por ejemplo un mal olor del aire que sale del aparato. Pero esto es un signo tardío. Mi consejo con niños en casa es que si quieres usar el aire acondicionado debes cambiar los filtros del aire cuando recomiende el fabricante o en su defecto una vez al año, al principio del verano.

  • Cambios bruscos de temperatura. Esto es lo que caracterizaba a los aires acondicionados antiguos. Básicamente eran aparatos que disparaban un chorro de aire frío siempre con la misma potencia y regulaban su funcionamiento con un termostato que le hacía apagarse cuando la temperatura bajaba al límite que marcabas en el mando y volvía a funcionar cuando subía de nuevo. Pero generaba oscilaciones de la temperatura. Podías pasar de 40 grados a 20 varias veces en una hora. Eso es malísimo.  Los aires acondicionados modernos tienen sistemas capaces de mantener la temperatura mucho más estable.

  • Y en ciertas circunstancias puede ser necesario para evitar problemas. Algunas casas tienen temperaturas tan altas que pueden favorecer la deshidratación de los bebés, especialmente cuanto más pequeños son. En estos casos es preferible el aire acondicionado a un golpe de calor.

¿Cómo usar bien el aire acondicionado con un bebé en casa?

 Hay varias normas para lograrlo:

  • Temperatura no muy baja. 23-24º C es una temperatura muy aceptable. No les recomiendo que bajen mucho más. Especialmente en bebés muy pequeños.

  •  Temperatura estable. No enciendas y apagues constantemente el aire. Pon una temperatura cómoda y deja el aire acondicionado conectado durante las horas de más calor del día.

  •  Mantén el aire acondicionado en buenas condiciones. Limpieza y filtros de la maquinaria deben estar al día para poder usarlo sin riesgos añadidos.

¿Dormir con el aire acondicionado encendido?

Si de verdad es un aire acondicionado de buena calidad, si pones una temperatura no mucho más baja de 24-25º y dirigís el chorro de aire para que no les dé a ustedes ni al niño puede ser aceptable. Especialmente cuando las temperaturas nocturnas están por encima de los 30º C.

 ¿Y los ventiladores?

De entrada son muchos los que piensan que son mejor que un aire acondicionado. Pero no suelen serlo. La mayoría dirigen el ventilador hacia quien duerme para que le refresque. Lo consigue porque evapora el sudor. Pero eso favorece la deshidratación. Y cuando se ponen sistemas basculantes hace que pases calor cuando no te da el chorro de aire, sudes y te enfríe deshidratándote cuando te da el chorro. Esto con cambios de temperatura intermitentes, que como les decía es una de las peores opciones.

Pero ¿Qué puede pasar cuando se usa el aire acondicionado con estos cambios bruscos?

La infección típica del verano, las amigdalitis. Son infecciones bacterianas de garganta que suelen causar fiebre alta, dolor y a veces voz gangosa y mal aliento. Las bacterianas precisan tratamiento antibiótico. Vemos más Amigdalitis en verano que en invierno. Esto ocurre porque aspirar aire frío y caliente de forma intermitente altera el riego de sangre en la mucosa. Esto reduce la llegada de células defensivas y la capacidad de la mucosa para defenderse, lo que favorece que los gérmenes asienten. Para evitarlo, reduce lo más posible los cambios bruscos de temperatura.