Algunos niños son «fáciles». Son predecibles, tranquilos y abordan la mayoría de las experiencias nuevas de manera positiva. Otros niños tienen rasgos más desafiantes. A menudo les cuesta más manejar y expresar sus emociones.
Por supuesto, ningún niño es de una manera todo el tiempo. Pero, en general, cada uno tiene su tipo habitual. Continuá leyendo para aprender más y entender por qué es importante comprender el temperamento de tu hijo.
El temperamento es un término que describe el estilo emocional de un niño y qué tan fácilmente se adapta a las situaciones.
En su mayor parte, el temperamento es una cualidad innata con la que nacen. Se modifica en cierta medida por sus experiencias e interacciones con otras personas. El ambiente y la salud también pueden influir en el temperamento de un niño.
Al ser consciente de algunas de las características del temperamento, puede entender mejor a tu hijo y apreciar su singularidad. También puede ayudar a lidiar con un «berrinche» de temperamento diferente y evitar malentendidos y conflictos.
Cómo apoyar a tu hijo según sus diferentes rasgos de temperamento |
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Rasgo del temperamento |
Aspectos positivos | Aspectos desafiantes |
Qué hacer |
Nivel de actividad alta |
Energético. Investiga su entorno. Activo incluso en situaciones aburridas. | Inquieto. Podría ser impulsivo e imprudente. Se distrae con facilidad. |
Como con todos los niños, proporcionale un entorno seguro. Practicá técnicas de distracción. Facilitale un tiempo para «quemar» energía con actividad física. |
Nivel de actividad baja |
Es poco probable que interrumpa actividades. | Ritmo lento al realizar tareas. A veces se lo califica como «perezoso». |
Dale tiempo adicional para terminar tareas. Hacé que las tareas sean realistas dentro del marco de tiempo dado. Evitá criticar el ritmo lento del niño. |
Irregularidad (baja regularidad) en el nivel de actividad |
Podría no molestarse por las interrupciones en las rutinas diarias. | Patrones menos predecibles en la alimentación, el sueño y el uso del baño. |
Exijle al niño siga rutinas para sentarse a la mesa o ir a la cama, pero no lo obligues a comer o a dormir. |
Retraimiento inicial |
Muestra cautela en situaciones riesgosas. | Podría rechazar a las personas, la comida y las situaciones nuevas. Puede ser muy tímido y experimentar ansiedad por separación. Le cuesta aceptar los cambios. |
Introducí cosas nuevas de manera gradual. Hablale sobre estas con anticipación. Dejá que el niño avance a su ritmo. |
Adaptabilidad lenta |
Es menos propenso a que las situaciones negativas lo afecten. | Dificultad con los cambios y las transiciones. Le toma mucho tiempo adaptarse y ajustarse. |
Establecé rutinas diarias constantes y predecibles. Prepará al niño para el cambio con anticipación. Intentá varias exposiciones breves. |
Intensidad alta |
Las necesidades del niño captan la atención de los cuidadores. | Tiende a expresar emociones de manera extrema. Podría tender a gritar en lugar de hablar. |
Brindá retroalimentación general, practicá la tolerancia y dale respuestas más apropiadas como ejemplo. |
Estado de ánimo negativo |
La preocupación podría llevar a los padres a involucrarse en los problemas que rodean al niño. | Exigente y tiende a quejarse. Podría mostrar poca alegría en sus palabras y acciones. |
Ajustá las expectativas o demandas que intensifican el estado de ánimo. Fomentá las respuestas positivas. |
Falta de atención y distractibilidad |
Se puede calmar fácilmente. | Tiende a no escuchar. Tiene más dificultad para concentrarse y estudiar. Se desvía del camino fácilmente. |
Brindá instrucciones cortas y simples. Llamá al niño por su nombre y use el contacto visual. Repetí, clarificá y repasá. Reorientá sin enojo ni vergüenza. Ofrecé descansos, recordatorios y elogios por completar tareas. |
Umbral de sensibilidad bajo |
Alta conciencia de los cambios en el entorno y de los sentimientos de los demás. | Podría reaccionar de manera exagerada a estímulos normales (luz, ruido, olores, texturas, dolor, eventos emocionales). |
Reduzcí el nivel de estimulación. Anticipá los problemas y prepará al niño. Respetá sus preferencias cuando sea posible |
Cada niño tiene un patrón diferente de los nueve rasgos de temperamento mencionados anteriormente. Muchos niños, aunque no todos, tienden a caer en una de las tres categorías amplias y definidas de forma algo vaga: «fácil», «lento para adaptarse»/»tímido» o «difícil»/»desafiante». Estas etiquetas generales son útiles como panorama general, pero ninguna ofrece una imagen completa de un niño.
Alrededor del 40% de los niños caen en la categoría «fácil». Suelen responder al mundo de manera positiva y son moderadamente intensos. Se adaptan fácilmente a nuevas escuelas y personas. Cuando se enfrentan a una situación frustrante, en general lo hacen con relativamente poca ansiedad.
Estos niños tienden a tener estados de ánimo de intensidad leve, generalmente, pero no siempre, negativos. Se adaptan con lentitud a entornos y personas desconocidos. A menudo son indecisos y tímidos al hacer nuevos amigos, y tienden a retraerse al conocer por primera vez a nuevas personas y circunstancias. Normalmente, se vuelven más receptivos a nuevas personas y situaciones una vez que se vuelven más familiares con ellas.
Podría haber sido categorizado como un bebé quisquilloso. Como niño pequeño, podría haber sido difícil de complacer o propenso a rabietas. Todavía podría ser explosivo, terco e intenso en ocasiones, y podría adaptarse mal a nuevas situaciones.
Es posible que algunos niños con temperamentos más desafiantes tengan dificultades para adaptarse en la escuela. Los maestros podrían quejarse por problemas en clase o en el patio de juegos. Cuando los niños tienen temperamentos propensos a conflictos, suelen experimentar más problemas de comportamiento.
Nota: Tu pediatra te puede ayudar a distinguir entre un temperamento desafiante y otros problemas. Por ejemplo, las enfermedades recurrentes o crónicas, así como el estrés emocional y físico, pueden provocar dificultades de comportamiento que en realidad no son problemas relacionados con el temperamento.
Ayuda a entender que el comportamiento de tu hijo es, hasta cierto punto, un patrón innato más allá de su control. Esto puede hacer que sea más fácil volverse más paciente y reducir el estrés y la presión que siente tu hijo.
Independientemente del temperamento individual de tu hijo o de su «termostato», vos puedes ayudar a fomentar un desarrollo conductual saludable. Aprovechá los momentos de enseñanza y dá ejemplos de un comportamiento apropiado en situaciones difíciles o inesperadas. Si pinchas un neumático o la olla en la cocina se desborda, tené en cuenta que tu hijo está observando cómo maneja la situación. Recordá que los niños aprenden tanto de lo que hacemos como de lo que decimos.
Si tu hijo pequeño tiene un temperamento desafiante, por ejemplo, tené en cuenta que si comprendes y respondes de manera apropiada, podrías modificar su comportamiento. A medida que crezcan, su intensidad puede convertirse en parte de su entusiasmo, determinación, encanto y fervor.
Fuente: Healthy Children