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Cómo prevenir el tabaquismo en los adolescentes.

Entender por qué fuman y cómo hablar con tu hijo acerca del cigarrillo es fundamental para su prevención.

Fumar cigarrillos tiene muchos riesgos de salud para todos. Sin embargo, cuanto más joven sea al empezar a fumar, más problemas puede causarle. Las personas que empiezan a fumar antes de los 21 años tienen más dificultades para dejar de fumar. Los adolescentes que fuman tienen más posibilidades de consumir alcohol y drogas ilegales.

El problema no es sólo los cigarrillos. El tabaco que no se fuma, los cigarrillos electrónicos y los habanos no son alternativas seguras a los cigarrillos. Los de bajo contenido de alquitrán y productos de tabaco sin aditivos no son seguros tampoco.

El tabaquismo en los adolescentes puede comenzar de manera inocente, pero puede convertirse en un problema a largo plazo. De hecho, la mayoría de los fumadores adultos comenzaron a fumar en la adolescencia.

Para ayudar a tu hijo adolescente a no caer en la tentación del primer cigarrillo, te pasamos ciertas recomendaciones:

  • El tabaquismo en adolescentes es más frecuente entre los adolescentes cuyos padres fuman. Si fumás, dejá de hacerlo. Cuanto antes dejes de fumar, habrá menos probabilidades de que tu hijo adolescente comience a fumar. Preguntale al médico sobre formas para dejar de fumar.
  • Mientras tanto, no fumes en casa, en el auto ni frente a tu hijo adolescente, y no dejes cigarrillos a su alcance. Explicale a tu hijo lo infeliz que sos por el tabaquismo, lo difícil que es abandonarlo y que seguirás intentando hasta dejar de fumar para siempre.

El tabaquismo en los adolescentes puede ser una forma de rebeldía o una manera de encajar en un grupo particular de amigos. Algunos adolescentes comienzan a fumar para controlar el peso. Otros, fuman para sentirse interesantes o independientes.

  • Preguntale a tu hijo adolescente qué piensa respecto a fumar y si alguno de sus amigos adolescentes fuma. Elogiá las buenas elecciones de tu hijo adolescente y hablale acerca de las consecuencias de las malas elecciones.
  • También podrías hablar con tu hijo adolescente acerca de cómo las empresas tabacaleras intentan influir en las ideas acerca del tabaquismo, por ejemplo, mediante publicidad o incluyendo productos en películas que crean la idea de que fumar es algo glamoroso y más frecuente de lo que realmente es.

Podés sentir que tu hijo adolescente no escucha una palabra de lo que decís, pero decilo de todas formas.

  • Decile a tu hijo adolescente que no está permitido fumar. Tu desaprobación tendrá más efecto de lo que pensás. Los adolescentes cuyos padres establecen restricciones más firmes con respecto al consumo de tabaco tienden a fumar menos que los adolescentes con padres que no ponen límites. Lo mismo vale para los adolescentes que tienen una relación estrecha con sus padres.
  • Recordale a tu hijo adolescente que fumar es un hábito desagradable y que da mal olor. Fumar te produce arrugas y mal aliento. Fumar provoca un mal olor en la ropa, en el aliento y en el cabello, y produce un color amarillento en los dientes. También puede causar tos crónica y dejarte con poca energía para los deportes y otras actividades divertidas.
  • Fumar es costoso. Ayuda a tu hijo adolescente a calcular el costo semanal, mensual y anual del tabaquismo si fumara un paquete por día. Puedes comparar el costo del cigarrillo con el de dispositivos electrónicos, ropa u otros productos que le interesen.
  • Proporcionale a tu hijo adolescente las herramientas que necesita para rechazar el cigarrillo. Ensayá la manera en que se pueden manejar las situaciones sociales complicadas. Podría ser una frase sencilla: «No, gracias. No fumo».

La mayoría de los adolescentes cree que fumar de vez en cuando no hará que se vuelvan adictos y que, si se vuelven fumadores habituales, pueden dejar de fumar cuando lo deseen. Sin embargo, los adolescentes pueden volverse adictos con solo fumar relativamente poco y de manera intermitente. Recordale a tu hijo adolescente que la mayoría de fumadores adultos comenzaron en su adolescencia. Una vez que te volvés adicto, es difícil abandonar el hábito.

A veces, se piensa erróneamente que algunos productos, como el tabaco sin humo, son menos dañinos o adictivos que los cigarrillos tradicionales. Los adolescentes también suelen pensar que fumar pipa de agua (narguile) es seguro. Nada podría estar más alejado de la realidad. No permitas que tu hijo adolescente se deje engañar.

  • Los cigarrillos electrónicos son dispositivos que funcionan con baterías diseñados para parecerse a los cigarrillos de tabaco normales. En los cigarrillos electrónicos, un atomizador calienta un líquido que puede contener nicotina y que lo convierte en un vapor que se puede inhalar y que crea una nube de vapor similar al humo del cigarrillo. Los fabricantes sostienen que los cigarrillos electrónicos son una alternativa segura a los cigarrillos convencionales, pero existen problemas de seguridad relativos a la posibilidad de inhalar sustancias químicas dañinas durante su uso. Los cigarrillos electrónicos también pueden hacer que los adolescentes se vuelvan adictos a la nicotina.

Hay investigaciones que también sugieren que los adolescentes que utilizaron cigarrillos electrónicos son más propensos a probar otras formas de tabaco en el transcurso de un año que los que nunca los utilizaron.

  • Asumí una postura activa en la lucha contra el tabaquismo en la adolescencia. Participá en campañas de prevención del tabaquismo locales o patrocinadas por la escuela. Apoyá las iniciativas en pro de los lugares públicos libres de humo y del aumento de impuestos sobre los productos de tabaco. Tus acciones podrían disminuir las posibilidades de que tu hijo adolescente se convierta en fumador.

Si tu hijo adolescente comenzó a fumar, evitá las amenazas y los ultimátums. En lugar de ello, averiguá por qué tu hijo adolescente fuma y buscá formas de ayudarlo a dejar el cigarrillo. Evitar o abandonar el tabaquismo es una de las mejores cosas que tu hijo adolescente puede hacer en pos de una buena salud para toda su vida.

 Fuente: clínica Mayo